¿Nadar entre cascotes? Me suena.


Lo dije en otro sitio. Hace tiempo. Vienen temporadas de marea alta, y con obstáculos. Aunque sepas nadar, el agua de la vida viene con tropezones, el río del devenir esta alventado. Se acaba el verano y empiezan las tareas rutinarias.

Pero los años nos regalan experiencia y carrete. A mis treinta y (ya) muchos, comprendo y entiendo que la vida no es tan complicada como muchas veces nos parece. El miedo, vestido de prudencia, es una tela fina, vaporosa como dicen ahora, que podemos desgarrar sin esfuerzo. Bueno, sin esfuerzo es un decir. Cuesta mucho hasta que apreciamos que las "cosas" en general no tienen tanta complicación.

Trabajar, estudiar, clases "externas", visto así suena estresante. Pero tengo que reconocer que tengo cuentas pendientes con los asuntos que no hice en su momento, que el dia sólo tiene veinticuatro ratos, y que cuando llego a casa, me recibe el nirvana de mi pequeña felicidad, la calma tibia, mi parquecito "zen" que me rasca la espalda.
Con esta recompensa de guerrero urbano no habrá rutina que me doblegue. ¿Donde hay que ir? ¿Qué hay que hacer? ¿Qué mira ese tío?...

Ahí va ese caballero andante, con su Focus-imán de desgracias materiales, libre de culpa y con los sentidos despiertos. Espero que esta pastilla de optimismo sea de efectos duraderos. Y que no de "bajón", por supuesto.

Comentarios

Susana ha dicho que…
Pero que guapo estás en la foto, mare

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