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Mostrando entradas de 2009

Telediarios paletos e infantiloides

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No es para menos, y creo que me quedo corto. Que si llueve, que si nieva, que si vuelve a llover, que si no deja de nevar. Becarias hipersonrientes y pluscuagesticulantes que dan fe de lo evidente, entrevistan a los paisanos y dan pávulo a las inevitables naderías y topicazos. Pasan veinte minutos, conectan con el enviado especial en el pueblo más remoto de Guadalajara; el chavalote, que está haciendo méritos para la empresa, nos ilustra con los centímetros de nieve caída, la ausencia del panadero por que le patinaba la furgoneta, y el recuerdo del abuelete que acude, curioso, y se sincera diciendo que esto con Franco sí pasaba, y mucho más. Geografía patria y cierra España. Media hora de informativos. En Santiago, paradójicamente, no ha llovido, pero en el pueblo de al lado sí, caprichos y vericuetos de la naturaleza. Fíjese usted que chupones cuelgan de "las canales", las ovejas de Celedonio se han constipado, y la chorva periodistilla deja colar entre frase y frase vana, e

y el "ver blog" se hizo carne...

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Una necesidad perentoria, casi una obligación. Deshojar la margarita de los apegos y quedarse sólo con dos o tres, uno de ellos la disciplina. Escribir para disciplinar el espíritu y para alejar el fantasma de la pereza, que tiene cuerpo y forma casi humanas. Leer, absorber, asumir, imaginar, componer, decidir, escribir, y que los videojuegos, ni el mus, ni la cama, los manjares frívolos de mi existencia, me hagan naufragar. Comprar, bricolar, cotidianear, bregar con los asuntos banales que desagradan y se pintan en tono gris, tampoco deben suponer obstáculos para ello. Voluntad, pluma, tecla y lo que sobre para la creación. Como en la caja del supermercado, así como las tablas separan las compras, todas sin alma, yo tengo que separar técnicas de volátiles ideas. Y luego el pago. Todo nutre y hace pared. Construye. Los blogs de gentes conocidas, otros que se cazan al vuelo, periódicos, y todos los libros pendientes de mi salón. Bastante material, y después disciplina, mujer afanada con

Nieve y hojas secas

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Paralelismos. El inconsciente vuela solo y ata cabos. La tarde que fui al paseo de los chopos y pisaba las hojas secas, aquel manto de hojas amables y muertas. Esta mañana de nieve igual de condescenciente con mis pisadas. Hojas superpuestas y nieve sin principio ni fin, rendidas ante mi. Alfombras voladoras a ras de suelo que me transportan tan dentro de mi. Pleitesía, levitación serena. Crujir de camino viejo y caduco, y ahora, suave crepitar de algodones helados. Me inquieta darme cuenta de tanta realidad sublimada. El tiempo frena su velocidad, tan programada, tan machacona, para ponerse a la altura de mi ir y de mi venir. Dos dimensiones paralelas que me demuestran la insoportable importancia de los segundos que pasan. Los pensamientos salen para recrearse con tanta belleza, saliendo del letargo de mis adentros; para arrancarme letras que apenas pueden expresar la cola de impresiones que se amontonan, apresuradas por derramarse y pisar la alfombra de hojas secas del paseo intermin

Figuras oscuras

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El Dios de las sombras y de los charcos es el solitario amo de mis calles que resbalan por el tiempo de puro llanto. Un Dios, átomo de inmensidad bóveda de lo minúsculo y de lo ausente que no puedes ver porque no comprendes que gotas heladas sirven de lente, silente Me siento un príncipe de harapos negros, azufrosos, incensados que rezuman misterio y ausencia y levantan polvo de vientos viejos Soy el leviatán que no grita porque guarda sus palabras rosas negras, lamentos de acero y libera su duro azabache para atemperar el tiempo. Dios, hombre,sombra agua, silencio

Metafísica.

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Tengo en mis manos un libro que se titula: "La metafísica: Preguntas sin respuesta y problemas sin solución". En cuanto a las preguntas sin respuesta, me causa cierto interés esa carencia de final tan categórica, tan inquietante. Con respecto a los problemas sin solución, produjeron en mi una alegría evidente. Siempre he odiado los problemas. Desde que D. Rogelio me los ponía en clase de matemáticas y no sabía como meterles mano. Cuestión de vagancia sin remedio, eso está claro, puesto que todo es matemática, queramos o no. Bendita o maldita matemática. José Luis Pardo me hace sudar con la lectura. Tengo que tomar lápiz y papel para poder asentar lo que en sus páginas dice. Me trae a la memoria conceptos olvidados que huelen todavía a bachillerato traspapelado. Hermenéutica, ontología, sustancia, ser, ente. Palabras para perder un rato el domingo por la tarde ¿verdad?. A mi que no me vengan ahora con que eso no interesa. Estoy seguro que cualquiera se ha hecho preguntas metaf

Monologo de la gentuza.

Cojones tiene la cosa y hasta huevos, si me apuras que contra vicios y hechuras solo nos valga la sosa. Purrilis del veintiuno heraldos del hideputa carne vil de la cicuta rebaño huero, vacuno. Boca abierta cretina balbuceando sonidos fétido olor a podrido ignominiosa sentina El semen desperdiciado de los padres cejijuntos vano destino, abarruntos abortos justificados. Para más señas gentuza chentola, estofa profunda chitanos, gente errabunda caldillo turbio en la alcuza.

Túneles multicolores.

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Viajes en el tiempo y en el espacio. Mentes, espíritus, simples mortales que trasladan su existencia para sentir la vibración del viaje y ver las imágenes del pasado y del presente como un carrusel de diapositivas. Un tunel revestido de melancolía en el que el vértigo de la velocidad no aterra, porque esos recuerdos rancios son familiares y a veces remedan malos tragos perdidos en la oscuridad de la noche. Máquina del tiempo, bombardeo de ideas, de sensaciones, de calores y fríos, de gente. El único tacto que se siente es el viento levantando el flequillo y resbalando por las sienes. Caemos por un tobogán sin suelo revestido de colores y de rumores tibios, sin aristas. Respirar, vibrar, todo va bien mientras nos movamos y una música ténue nos amenice las idas y venidas, las curvas imposibles, los placeres que nos invaden aquí sentados, en este gusano del tiempo y de los lugares remotos de nuestra pálida y templada mente. Llantos, risas, viajes, improperios, unidos entre sí como las cue

Dejando la pluma a su amor.

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He cogido mi vieja Inoxcrom después de mucho tiempo. Todavía queda tinta en el cartucho. En el momento de pinchar el papel ha mostrado su boca seca. Ella sí ha tenido vacaciones. Remolonea y no se decide a escribir; queda un surco incierto, mitad negro, mitad hondonada vacía; tengo que regalarle un pequeño chapuzón en el vaso de agua. Despertarla del letargo; mojarle esa boquita de piñón acerada. Segundo intento: ahora se desliza con una facilidad oléica, lúbrica, solícita... placer. Pasado un rato vuelve a acunarse en tablas. Cobardea, se muestra jodidamente intermitente. Vuelvo a cogerla en volandas y la asomo al brocal del pozo. Me imagino que la sangre se le acumula en la cabeza y que siente vértigo pero sumerjo boca, cara, cabeza entera. No oigo ni un gluglú ni un reproche. Otra vez se me muestra fácil, me responde al toque de riendas. Se transmuta en ondulante péndulo. Sisea. Escribo diez renglones sin rechistar. Fluidez. Toboganes que se suceden y que me transportan al mundo del

TIEMPO

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Nadie es dueño de la verdad del tiempo, si existe, si muere, si vive destino que pasa o que viene con un velo de tristeza y escarcha el tiempo Humo,aire, rumores, viento, Dios que se nutre de fe mito, silencio presencia y ausencia de duendes acuarela y envés del momento soledad, vacio, lamento el tiempo que deja el surco fósil, marchito marcas en la piel , sentimiento Me siento a verlo pasar sin prisa, dejándome llevar y a veces, siento; como si no pasara como si no existiera, el tiempo...

Solos

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Lo queramos o no. Solos. Desde que venimos al mundo sin conocer a nadie. Desnudos ante los que ponen los ojos en nosotros. Después, un tiempo acompañados; hasta que la adolescencia nos hace soltar amarras y abandonar la casa para abrir caminos en nuestra propia rebeldía. Solos y hambrientos de sensaciones, pura energía. Acompañados después, por lo que creemos nuestro complemento fiel, alberca donde verter amor, dualidad de sentimientos encontrados, heridas de hielo y fuego. De nuevo solos, en el desengaño y en las lágrimas, por creer que los principios llegan hasta el final, hasta caer de bruces en el eterno errar, camino de imperfección. Otra vez acompañados, con las marcas del tiempo en el rostro, cicatrices de soledad que busca y que quizá encuentra, el más largo periodo de soledades ausentes, plenitud de vida, madurez de los karmas inciertos, amor en todas las vetas del espíritu; calor de compañía que se multiplica, camino firme que bordea el precipicio negrísimo de encontrarnos so

El libro que quisiéramos leer.

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En esto de la lectura pasa como con todo, cada uno con su gusto, sus fobias y sus filias. Estoy convencido que nunca es recomendable recomendar; porque lo que a ti te parece cojonudo, al otro no le interesa lo más mínimo. Ya te puedes dejar los cuernos explicando este o aquel pasaje excelso, único, hipnotizante, que quizá tu interlocutor no encuentre nada más que nimiedades, pedanterías, elucubraciones o erudición de todo a cien. Y con la música, idem de idem. Mejor dejar a cada uno con su tendencia y que cada río arrastre su correspondiente sustrato ( incluso porquerías varias). Esto viene al caso porque en estos asuntos de la mirada al papel queda retratada mejor que nunca la ley no escrita de que huyendo de la oficialidad se consiguen los mejores resultados, la ropa más blanca y las conciencias más tranquilas reposando ociosas en acogedores resorts. Y para muestra, unos cuantos botones a modo de premisas rocigalgas: - Huye de los libros que se apilan en palets, a la entrada de las l

Washington.

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Siempre a la misma hora, al morir el sol, por la tarde, se podía ver a Guasinton, sentado en el escalón de la casa baja donde vivía, con una novela en las manos. No os creáis que lo que se echaba a la vista era algo parecido a Milenium, o lo último de Coelho, o algo parecido, no; él era infinitamente más original y maravillosamente más entrañable. Casi imperceptible entre sus grandes manos, ya sarmentadas, amarilleaban las novelas de Marcial Lafuente Estefanía. Le gustaba mucho la pana, y se peinaba para atrás, aprovechando la grasilla del pelo. A mí me dijeron un dia que se llamaba Guasinton, o Washington. El caso es que yo de vez en cuando le saludaba, y el respondía - ¡a quién mato!- , pero la verdad es que no tenía cara de poder matar a nadie, porque le invadía una aureola de serenidad que santificaba su deseo, transmutado desde las novelas, de ser un vaquero del lejano oeste. Le gustaba el morapio, y fueron pocas las veces que se quedaba dormido en la puerta, con los libros de bol

Agosto, si puedes.

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Que me den a mí un mes de agosto, ya verás... Eso de ver a la gente apretada en los coches, sudando la gota previa - y gorda-, que luego sudarán muchas más en la playa, apretada también, ¡vaya tela -menuda tela-! Dame a mí un mes de agosto para repasar las calles de Madrí y alucinar con tanta clarera en el asfalto, que no me vendo yo por una oferta de última hora; estaría bueno. Pues no se me ocurre, un año, ya no me acuerdo, romper esta regla de oro que yo me he impuesto, y forzado por las circunstancias, siempre odiosas y pejigeras, me aventuro por las procelosas carreteras de España en el mes en cuestión, y no encontré el sosiego ni la calma, ni mucho menos el viento tranquilo de los lugares furtivos a la maquinaria del progreso, ni las señoras cotillas asomadas a su puerta partida, ni las tardes plomizas de perros dormidos en la siesta, las moscas ¿qué habrá sido de aquellas moscas tan pesadas? Nada de nada. Todo era casi como en Madrí me cago en la leche. Engranaje tras engranaje

Incendios de España

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Una España que incendia la otra. Una orilla de España que siempre te helará el corazón. Las dos frases adaptadas de dos españoles que bajaban la cabeza, exhaustos: Larra y Machado... a veces, no queda otro remedio que el exilio, voluntario y resignado. España arde y presenciamos el bulle-bulle de los aviones, de los retenes de incendios, de la gente que se queja. Qué hastío! Apago el televisor. Me asomo al balcón, España arde, es verano. España entera arde en su mediocridad estival. Los vecinos huyen de sus casas para ir de vacaciones, se meten de lleno en el incendio del mediodía, y cargan sus coches con pesadísimas impedimentas, les arden los pies, por el asfalto, España entera arde. La subclase política se regocija ante los micrófonos. Proyecta su ardiente odio a diestra y a siniestra, según toque; les queman los billetes en las manos, los meten en el bolsillo para apagarlos. La televisión misma está caliente. Fuego en los cuatro puntos cardinales de esta piel de toro desollada y ch

Gregorio Marañón

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Dicho así, nos viene a la mente el hospital de la calle Doctor Esquerdo. Pero Gregorio Marañón fue un "galáctico", un "crack", por emplear el lenguaje del común. Devoraré algún día un suntuoso despacho con las fotos de todo aquel que haya supuesto una honda reflexión en mi vida. Mozart, Beethoven, Ortega ( no el del bar), Miguel Angel (no el de Ascensión), Unamuno, y un largo etcétera. Gregorio Maráñón debe ser uno de los que escolten mis sesudas cavilaciones cuando esté enfrascado en algún asunto que me ocupe. Médico, ensayista, científico, escritor, literato... y disponía de las mismas horas del día que el resto de los mortales para llevar a cabo todas estas ocupaciones, amén de guardar algunos ratos, como es menester, para atender a la familia o darle rienda suelta a algún vicio que otro, que supongo que como buen mortal tendría. Al hombre justo todo le está permitido, y si su mente puede llegar a la excelencia en terrenos tan dispares, entonces le sería perdonad

Tú que vienes, ajeno a todo.

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Vienes sólo. Sin saber donde parará tu tren, en qué estación te vas a apear. Surgiste de la nada como un "terminator" inocente, purísimo. Tu ignorancia me abruma, me maravilla; es óbice para sentir que, aunque no eres más grande que un celular, me siento yo más pequeño que nada en el mundo, comparado contigo. Me siento colmado, pleno, perplejo ante la idea de que he contribuido a traerte aquí. Yo, que a duras penas acabo un proyecto. Sí, yo, campeón de las imperfecciones. Yo mismo, en efecto, con más costras que un chaval en verano. Y esto no ha hecho nada más que empezar. Si ahora no puedo quitarme tu imagen difuminada de mi cabeza, qué será cuando te espere en el andén a que llegues. Mientras esté a la altura del acontecimiento me sobra. Tu sola presencia, tan cercana y tibia, me arroba. Cuando te mire, ya te admiraré, sin que medie una palabra.

Mendicidades.

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Es un naufragio. Maderas sueltas, rotas. Deriva... Es todo lo que tiene para pasar el cuarto de existencia que no sabe si apurar o malgastar. Me lo ha dicho esta mañana, enmarañado como estaba en su mugrienta nube de alcohol. Chafarrinones, medallas urbanas en su abrigo roto.Parece vivir en un mundo paralelo, que lo aprisiona de piel hacia adentro. Fuera está este otro mundo, donde los demás le miramos como bulle con sus moscas y sus trozos de pan: - No hago otra cosa que intentar mirar a la gente, a ras de acera, aunque tengo las pilas oxidadas, las pilas que me marcan el paso de la tos, ja ja- y se rie mientras tose el condenado. - Me tumbo y los veo pasar hasta que desaparecen por la rodilla... cof, cof - Está tumbado de lado, en posición fetal, y dice que la gente le desaparece por la rodilla... desvarios, maderas sueltas, deriva... -¡Me cago en tó! Ya se me ha vertío el vino!- Se deja llevar por la mañana. Permanece quieto, inmisericorde con todo aquel que desaparece detrás de la

No sé por qué...

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Desvaríos, contrastes, vaivenes, sinrazones tiene la vida. En el sitio más insospechado y tranquilo nos encuentra el destino una muerte temprana. Como ha sido la tuya, Alfredo. Y eso que me aguantaste todas aquellas tardes pinchando rockanroles. Siempre tenías una ratonería con la que dibujarnos una sonrisa. Humor ténue, sin estridencias, tal cual eras tú. Lejanas quedan ya las visitas que mi mente hace al pasado, con motivo de tu recuerdo. Olor a papel de tebeo, papel viejo y polvo de desván. Allí descubrí la lectura, la concupiscencia, y a un amigo que nunca, (nunca) tuvo un gesto agrio. Aromas a calor de verano cuando subía a la casa de tu madre, que era la tuya, que era la mía, pues así me hacía sentir cuando llegaba, abria la puerta y enchufaba mi televisión, que era la tuya. Si eso no es cercanía, calor familiar... Cuantas veces habrá contado el Nani, aquellas tardes irrepetibles, en las que trabajar contigo era disfrutar hasta que se ponía el sol por la valla del camposanto, que

Tablones a los que agarrarse

Que la música ayuda a llevar o a sobrellevar la vida es evidente. Todo el mundo tiene un universo particular hecho de notas combinadas. Cada cual es una constelación de galaxias cuyo gobierno interestelar maneja con más o menos acierto. Yo, que tengo mi propia confederación de conflictos, alegrías, intereses y sentimientos, de vez en cuando, pongo por los megáfonos de las naves que van de allí para acá alguna cancioncilla para aliviar el "curro" de los que meten carbón a la caldera, o pican los datos en las oficinas de mi memoria, o simplemente vegetan en el Ministerio de la Próxima Paternidad, de reciente creación. Voy a pinchar ahora una de ellas. Para todos mis queridos oyentes, les habla el Comandante Castillo... http://www.youtube.com/watch?v=l50Fp4l1fCk

Sobreviviendo al virus del doble acento

Ninguna circunstancia pertenece ya a lo ajeno, a lo furtivo todo est´´a dentro de la baraja marcada de los rincones conquistados. He vibrado con todos los minutos y lo que se escapa no importa, ya he sentido bastante tuve, retengo, custodio y libero... Qu´´e me queda ya si los vientos me han atravesado dejando virutas secas, recuerdos s´´olo echar pie a tierra, eso. Mirar de soslayo y compadecerme del polvo que despertaron los pasos hermanos quebrados del tiempo Temores muertos, son llagas o surcos de pena resecos que miro con desd´´en y sonr´´io por no sentir pena de ellos Vibrante quiebro improvisado del que pisa los bordes adrede porque nota los pies que levitan encima de filos canallas. Soy libre para la eternidad y dibujo mi senda sin duda ya cabalgo sobre un destino que me pertenece

Humo en los andenes

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Otra vez se dibujó la línea del horizonte delante de ella. Pero a diferencia de aquella primera aparición, años atrás, que fue como la visita de un ángel, esta vez el acontecimiento brotó como una bruma incierta que ocultaba la luz de un futuro por construir, el ánimo en horas bajas y el rumbo a un destino desconocido. Parecía que estaba predestinada a emigrar cada cierto tiempo y establecer relaciones con fecha de caducidad, sin raíces. Pero el paso de los años ya había hecho mella en la fortaleza de su resistencia, y el cierre de las cremalleras provocaba esta vez que alguna lágrima asomara por el quicio de sus ojos. Sylvia no era de las que echaba la vista atrás. No lo hizo la primera vez que abandonó la casa de sus padres. Era todo ansia de futuro, avidez de caras nuevas y de aires extraños. Otras se fueron mucho antes, movidas por las ganas de hacer algo de dinero y de comprarse un coche que no tuviera que pisar barro y llevar alpacas de paja. Ella tuvo un sentimiento repentino de

Adios, tiempo perdido.(¿Rozando la pedantería?)

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No recuerdo lo pasado, mi anterior salvo tus ojos clavados en los míos remanso de frescor, piedras del río azul eterno en montañas de pasión Entre sábanas de insomnio y de calor los dos, fuego y calor, ausente el frío, apágase el tizón del sentir mío. sepultándose las hidras del dolor. ¡Cómo pude ser tan necio mi señor! anidando en el hogar de mi vacío ignorando tu brillar, tu poderío escondido en mi tosco corazón.

La libertad y el cambio.

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El cuerpo humano, y la mente también, están hechos para resguardarse de los cambios, para ahorrar energía innecesaria. Por eso existen dos clases de "frenos" naturales; físico y psíquico, de los cuales sólo podemos efectuar una salida hacia adelante. Todo esto viene al caso porque existe una conexión entre el miedo a la libertad (con todo lo que conlleva en cuanto a vislumbrar nuevos horizontes, asomarse a precipicios desconocidos, recibir golpes en sitios incómodos) y la terca aptitud de la voluntad del hombre hacia los cambios. Por lo tanto, y uniendo los dos párrafos anteriores podemos ligar una pregunta, a priori absurda, pero con enjundia intrínseca: ¿El amorcillamiento intelectual o carnal, la extraña tendencia a la conservación "sillomboliana" es un mecanismo de conservación de la naturaleza positivo? O de otra forma: ¿En qué medida debemos contrarrestar las causas perjudiciales, poniendo en práctica el saber de todos estos siglos? Son preguntas que a veces s

Yo concilio...

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Tú concilias, el concilia. Así se denomina ahora, generalmente, el arte y oficio del escaqueo en la oficina. Labor exportada desde el ámbito público al seno de la empresa privada, escaquearse supone y presupone manejar los tiempos y las mentes, establecer una cadencia al ritmo de pedaleo por los pasillos, acompasar la inercia administrativa al "matrix" irreal de los papeles que descansan debajo del brazo. Ahora lo llaman Concilia, y aristocratizando el nombre han dignificado el sector. Es de justicia que el Boletín Oficial del Estado haya regulado ese fino equilibrio de tiempos y de espacios. Al contrario que en el fútbol, no consiste en el achique de los mismos, sino en la ampliación: " Me pilla un poco lejos..." "Te cojo el teléfono de milagro, estoy con unos papeles..." o con la belleza que tienes las cosas simples " Esta tarde concilio..." ¡Qué majestuosidad ! ¡Qué gallardía en el paseíllo de pasillos! ¡Qué temple el suyo al pasarle el jefe a

Posesiones

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Soy el dueño del carrusel de mi vida y de sus títeres animados porque todos los días visito mis posesiones y me cercioro de que todo está en su sitio y así es. Soy el dueño de mi casa y de mi calle porque habito en ella, y todo rueda todo se mantiene. Soy el dueño ficticio de mi mundo porque así me lo creo, porque así lo siento soy el dueño de mis amigos, de mi familia porque ahí están; los hilos responden. No quiero poseer, pero soy el dueño porque necesito tener para no desesperar y el decorado todavía se sustenta firme responde a mis estímulos como siempre Creo en mis dominios porque yo los creo porque es imposible no tener nada porque la nada es acercarse a la nausea y el abismo no pertenece a nadie, creo. A quién perteneceré yo, me pregunto quien moverá los hilos que siempre responden porque yo, seguro, que no me pertenezco sólo se posee de cuerpo para afuera no se puede tener posesión en los dominios de alguien...desconocido.

La cajera del "Brillante"

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Vamos adaptándonos a la vuelta. Es bastante temprano y la mañana te recibe con un guantazo de hielo. Busco un bar donde tomar un café porque donde Juanito no hay quien pare, hay niebla de fumadores. Bajo la calle resoplando y descartando barras: en esta no me gustan los camareros, en aquella son muy guarros. Llego a la altura del Brillante y me quedo parado. ¿Entro o no entro? Siempre me ha parecido un sitio casposo, no sé, es una sensación visceral. Entro por fin. Me atiende un señor de mediana edad, con cara de sindicalista resabiado. Pido un café con leche y un mini de calamares. Mi pedido es vociferado hasta el otro lado de la barra donde un cocinero duerme su pereza con los ojos abiertos. Y de pronto reparo en su presencia. La cajera de siempre. La que ví hace años y ya me sorprendió. Una mujer a una barra pegada, absorbida, formando parte del mobiliario. La estatua con la mirada más inexpresiva de la ronda de Atocha. Me quedo mirando con la porcelana al borde de los labios, y me