Madame Bovary


No es la novela un género que me interese demasiado. Suelo escoger aquellas cuya lectura se asegura que es fundamental para bosquejar las cuatro patas del banco novelesco. Para más señas, "Crimen y Castigo", "Guerra y Paz", "Madame Bovary", y otro puñado de ellas, que han nacido de la febril pluma de los genios de todos los tiempos. "El Quijote" lo considero harina de otro costal pues supera los cánones y tramoyas usuales con los que calificamos a estos relatos.

No pude con la de Dostoievski. Leí las primeras páginas y no me atrajeron en absoluto. Los laureles del autor no despertaron en mí las luces imprudentes del gusto a priori. Será cuestión de atacarla en otra época.

"Guerra y paz" es un proyecto de futuro. He puesto en ella esperanzas. Por lo leído hasta ahora, críticas y crónicas sobre todo, no tiene mala "vela". Tendré que pertrecharme de tiempo, paciencia y serenidad para meterme entre pecho y espalda (en este caso entre frente y cogote), las seiscientes páginas que engrosan este microuniverso de Tolstoi. ¿Será que tengo algún problema con la novela rusa?. "Paz en la Guerra", viceversa española hecha novela, gentileza de D. Miguel, el vasco eterno del duro bregar. ¡Cuanto que aprender, pardiez!

Ahora estoy con Madame Bovary. La literatura francesa no ha tenido, en ninguna época, un genio sobresaliente; un referente indiscutible, una pluma dorada. Su nivel ha sido siempre bastante alto. Buscando un símil tan facilón como ilustrativo diríamos que en su plantilla no han figurado estrellas, galácticos. Siempre han sido equipo. Muy buenos en cada puesto, ya sea en el eje central de la novela, como en el volante de la dramaturgia. También han sido excepcionales los poetas de vanguardia o delantera. Pues con la historia de Flaubert estoy, asi es que, ya os contaré que me parece la historia basada en aquella mujer suicida.

Tengo pendiente hincarle el diente a una obra imponente. Válgame el retruécano para ilustrar que me aguarda la lectura de "Memorias de Ultratumba", pastel enorme pero sin duda delicioso. Guarda su turno paciente, encima del armario.

Siempre me han gustado los libros antiguos. Ir a alguna caseta de libros viejos y comprar aquel, viejo y ajado, que parece que se esconde para que yo lo encuentre. Siempre hay alguno "del salón en el ángulo oscuro" en el que poso la mirada y deposito mi interés. Las hojas amarillentas, el borde desgastado de sus páginas, esa linotipia pasada de moda, es un regalo para los ojos y para el tacto. ¿Por cuántas manos habrá pasado este condenado? me pregunto.

Tiempo calmo. Serenidad. Crepúsculo. Un libro en las manos, una postura cómoda pero no demasiado, un papel un lápiz, y el universo de las letras y de los mundos se abre ante nosotros. Placeres veraniegos.


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