KISS. Bilbao. Junio. Reencuentro.


Ya hice en este blog, tiempo atrás, un alegato cariñoso y cercano de lo que para mí suponía el grupo de Nueva York. Tatuado llevo en el ADN la cadencia de su ritmo, el aroma del "show" eléctrico, el sueño de un jóven que todavía no ha acabado de despertar.

Me avisó César Marfíl de la celebración del concierto en Bilbao y desde ese día le dije que sí, como se dice sólo una vez, a la mujer de tu vida. Desde ese día, vivíamos pendientes de que llegara el día veintiuno para celebrar el regreso de Stanley, Simmons y de otras dos estrellas que nos dejaran eclipsados como aquel 25 de junio del noventa y siete.

Al pasar de los años ocurre que uno va "pasando" también de muchas cosas. Nos vamos quedando con lo que de verdad nos importa, y cada vez son más los asuntos que no atraen nuestra atención. Ya casi no veo la televisión. Apenas presto atención a los partidos de fútbol. Cada vez me asquea más la política. Como al árbol que se le caen las hojas, a mi se me van cayendo las formalidades y los prejuicios como hojas muertas del calendario.

Pero Kiss... es una escama de oro prendida dentro, muy dentro.

Bien es verdad que cuando oigo que ha habido no sé cuantas lipotimias a la entrada del hotel del cantante de moda, o que hay gente haciendo cola en la puerta de un estadio para oír el sonido que sale de la flauta cuando el borrico de turno arrima un soplido y suena, me digo para mis adentros: ¡Hay que ver cómo está el personal!. Pero luego hago examen de conciencia, hago caso a mis células vivas cuando vibran al compás del "Got to choose", y meneando la cabeza reconozco que cuando la música toca la fibra, no hay raciocínio que valga. No hay barreras que no se venzan. Existe la consanguinidad de espíritu. Pero, quietos, sigo afirmando que hay pleitesías gratuitas y ñoñas frente a reverencias y admiraciones justificadas.

Cuando estaba en el concierto del sábado, agotado por el cansancio, con las piernas derrotadas, pero gritándole al cielo los estribillos y subiendo el puño con la energía de un titán, pasaban por mi mente todas las etapas de Kiss y todos los estilos, tendencias, alegrías, penas, esperanzas, melodías inigualables, discos que no llegaban, años de travesía en el desierto sin su música, el resurgir de sus cenizas con "Crazy nights", y absolutamente todo lo que me ha aportado (nos ha aportado) a todos los que hemos estado y estaremos, influenciados por su música, a todos los que llevamos tatuado en el ADN, la incomprensible sensación de pertenecer a un sitio, a un "valhalla" particular.

A mi lado, greñudos cuarentones se abrazaban como quinceañeros. Parejas de adolescentes se besaban como si estuvieran en un sueño. Cada uno interiorizaba el momento que estaba viviendo y todos a la vez coreabamos las canciones que siempre han estado ahí, que son eternas.

Y me sigo preguntando: ¿Cómo le puede pasar esto a gente adulta, muchos de ellos casados, con hijos, a la vuelta de todo y de todos? ¿Como se puede tener, a estas edades, esas sensaciones tan irrefrenables, esa mezcla entre fuerza, calor juvenil, añoranza, libertad, comunión con los demás, desinhibición compartida, etcétera y etcétera y etcétera "animalize"?

No lo sé. Reconozco que no lo sé. Pero en cierto modo, le abro una rendija de cierta comprensión a los hinchas del fútbol a los que no comprendo, a los "fans" de cantantes de la nada a los que no entiendo, y a los apasionados por ciertas pasiones que, sencillamente no concibo. El ser humano tiene razones que la razón no entiende y eso es, hoy en día y con lo que está cayendo, maravilloso. Supone una tabla de salvación entre tanta racionalidad tonta. Tanta homogeneidad de pensamientos y de gustos que nos ahoga. Siempre nos quedará el "matrix" de los sentimientos escondidos, aquellos que anidan en los rincones polvorientos de la memoria.

Kiss ha cerrado el círculo de lo excelso. Siempre que tocan techo con su música, vuelven a derribar esa cumbre con otra actuación memorable. No sabremos nunca si tienen límite. Un grupo musical que ofrece originalidad, buena música, constancia, espectáculo, entrega a su público, estilos diferentes con un mismo sello y sobre todo, buenas lecciones sobre la vida y sobre todo magia, sólo está al alcance de muy pocos. Quizá sólo de ellos.

Y el genio se contagia, y el tiempo pasa... pasarán más de mil años, muchos más/ Yo no sé si tenga "rock" la eternidad/pero allí tal como aquí/ en la boca llevaré/ sabor a Kiss".


Comentarios

eduardo ha dicho que…
Que sabias palabras o como ya dijo mi querido hermano Cesar Marfil, eres todo un poeta, jua jua.

En aquel día que citas como memorable, en junio del 97, me lo perdí por ser un nano todavía, pero reviví la existencia de kiss este pasado mes como nunca lo había hecho en mi vida, llore por todos los poros de mi cuerpo, parecía que estaba en uno de tantos videos que habré visto, no parecía real, se me pasaron los dolores del cansancio de la espera angustiosa de casi 3 horas en pie esperando a pie de escenario a que comenzara el sueño que mi vida esperaba desde aquel nose que año, tal vez 88 ú 89 en el que mi hermano Gustavo o tal vez Enrique llegara a mi casa con un vinilo e el que había una esfinge con unas gafas de sol y dije -¿que es eso?

Sonó en mi casa que la gente que pasaba bajo la ventana desviaban la mirada hacia ella.

Luego ya, me mostró más y desde entonces clavado en mi memoria quedó, KISS forever
Rocigalgo ha dicho que…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Rocigalgo ha dicho que…
Gracias Eduardo por tus palabras. Se nota que son sinceras. La amistad ha calado como el agua de un río desde Enrique, pasando por Gustavo, llegando al delta de César y desembocando en tí. Qué curioso camino el del curso del destino. Kiss nos une a todos. A unos más que a otros, y también nos unen los días del pasado y los del otro día donde nos lo pasamos de puta madre, todos juntos. Buena gente, buena música, ¡qué más se puede pedir! Un saludo.

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