Lo que de verdad obliga


La famosa frase de Ortega, en la que se consideraba al individuo como un núcleo influido y presionado por el aura que lo rodeaba, se me ha venido a la mente esta mañana. Yo soy yo, sí, pero todo el extrarradio que rodea mi aura, es más yo mismo que mi propia persona. Si añadimos a esto una permeabilidad considerable a todo lo exterior, la vuelta de tuerca es aún más acusada.

Son buenos tiempos para el individualismo. Más que eso: obligados. Fuerzas exteriores nos empujan dentro de nuestro círculo laboral ( el que todavía lo conserve), de nuestro círculo familiar, de nuestro propio círculo, el que limita con la piel. En los tiempos que corren, el teorema caló del "tanto tienes, tanto vales" es el esquema que reina. Qué pena. Por una palabra no se perfecciona: Cambiar tienes por eres. Operación sencilla pero no permitida. La circunstancia, amigo, la circunstancia. La dimensión en la que vives, las leyes que imperan, los roles que se han establecido, con cimientos de hormigón. Por eso, pedir que se alargue la mano para ofrecer, cuando en el movimiento se nos cae la sábana que nos cubre, es pedir el pudor y el pequeño poder.

¿Donde recuperar fuerzas? En lo que te hace respirar fuerte y mirar el horizonte. ¿Donde escapar para regenerarse? Visita cualquier valle, corona cualquier cerro, bebe de cualquier fuente, apoya la nuca en cualquier árbol de tronco generoso. Si a esto añadimos que siempre amanece y ahora incluso con amapolas en flor, tenemos ganado el otro cincuenta por ciento de catarsis para sobrevivir como yunques a esta vida de martillo.

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