De qué sirve hablar o escribir.


Los problemas vienen y van y nosotros permanecemos. Las circunstancias no hablan ni escriben ; su sola presencia y esencia bastan para que se resquebrajen las posibilidades de manejar las situaciones. El margen de maniobra es muy escaso cuando estamos luchando por sobrevivir y pagas las facturas a tiempo. Sólo nos queda la austeridad y las palabras. Escribir. Probar y ver si mediante la escritura podemos atenuar el efecto de las crisis en las ciudades, los pueblos, las casas, los portales, los bolsillos y los estados de ánimo.

¿Servirá de algo? Puede ser que no. De momento yo me envuelvo en palabras para tener menos frío, y practico el sano deporte de la escritura para curar los sabañones de la mente y entrenar el músculo de la inventiva, sobre todo, para tener más posibilidades de recibir un regalo hecho lote de libros o cheque, con el que poder arrancarle sonrisas a las cuatro menos cuarto de la tarde.

Recortan los sueldos, congelan pensiones, encarecen gasolinas, alejan la posibilidad del ocio contenido y responsable, sumergen a la gente en una austeridad sobrevenida y canalla sin posibilidad de aviso para entrenarse. ¿De qué sirve hablar? ¿De que sirve desahogar? ¿De qué sirve escribir? Cada vez soy más partidario de las corazas y de las caracolas. Los cangrejos ermitaños son los animales más evolucionados de la naturaleza. El hombre debería meter en una mochila toda su capacidad de individualismo, grandes dosis de disciplina y cuatro pertrechos y crear su burbuja de supervivencia. Una burbuja permeable para poder disfrutar de los días de sol y de la cháchara de las golondrinas que, con un chasquido de dedos se vuelva opaca y dura como un mejillón de piedra para dejar con un palmo de narices a los que nos quieren tocar los bajos llevándose por delante lo que tenemos en los bolsillos. Nada sirve para nada fuera de los mecanismos de autoprotección. Malos tiempos para la lírica y los desprotegidos. Sirve de poco pero para algo sirve la dulce venganza de las palabras que cortan como cuchillas. Afilando voy las mías y cantando sigo mis coplas a los que conmigo van.

Comentarios

Isabel Barceló Chico ha dicho que…
Pues sí, la tendencia a encerrarnos en nosotros mismos en tiempos de crisis es fuerte. Con todo, ese afilar las palabras como cuchillas casi me gusta más. Es un arma incruenta y de doble utilidad: nos sirve tanto para darnos alegrías a nosotros como para darles disgustos a otros... Feliz fin de semana (si puedes)
Rocigalgo ha dicho que…
Sólo nos queda lo interior,Isabel. Y eso engloba lo nuestro y lo de pocos más. Ese círculo cerrado de personas allegadas que nos aportan algo, o mucho. Sacrificarse por la humanidad o por volver a este mundo del revés es trabajo de soñadores de la nada que no tienen nada mejor que hacer.
Un abrazo.

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