El libro que quisiéramos leer.


En esto de la lectura pasa como con todo, cada uno con su gusto, sus fobias y sus filias. Estoy convencido que nunca es recomendable recomendar; porque lo que a ti te parece cojonudo, al otro no le interesa lo más mínimo. Ya te puedes dejar los cuernos explicando este o aquel pasaje excelso, único, hipnotizante, que quizá tu interlocutor no encuentre nada más que nimiedades, pedanterías, elucubraciones o erudición de todo a cien. Y con la música, idem de idem. Mejor dejar a cada uno con su tendencia y que cada río arrastre su correspondiente sustrato ( incluso porquerías varias).

Esto viene al caso porque en estos asuntos de la mirada al papel queda retratada mejor que nunca la ley no escrita de que huyendo de la oficialidad se consiguen los mejores resultados, la ropa más blanca y las conciencias más tranquilas reposando ociosas en acogedores resorts. Y para muestra, unos cuantos botones a modo de premisas rocigalgas:


- Huye de los libros que se apilan en palets, a la entrada de las librerías, verbigracia, Milleniums, Catedrales de tal y cual, Llaves de felicidades etc. Motivos: Al finalizar la lectura, al cabo de dos meses o tres (si no lees como el que lee un prospecto o la composición del champú) te quedará la sensación de que has perdido horriblemente el tiempo; como si hubieras estado haciendo sudokus sin parar. "Líbrame del libro popular, que del oscuro y desconocido ya me apropio yo" decía el maestro Castillo, embaucador de conciencias inocentes, allá por el siglo x.


- Rescata aquellas viejas obras que tienes en formación en alguna librería olvidada y separa el grano de la paja. Siempre te llevas alguna sorpresa agradable, aunque sólo sea alguna foto que ya habías olvidado, una hoja del árbol donde tuviste ayuntamiento con fembra placentera, o una servilleta con la caricatura de un colega que hace tiempo que no ves. Nunca te defraudarán las hojas amarillentas de los libros viejos. Son conocimiento embalsamado, un tesoro.

- Nunca rehuyas del encuentro casual (o causal) con un libro que alguien olvidó en el asiento de un autobús o a los pies de un árbol: A mi me han proporcionado gratísimas experiencias. Sincronías tiene la vida. Un libro perdido entre dos coches fue el punto de inflexión más importante de mi vida. Por sí solo constituyó el nudo gordiano de toda la concatenación de acontecimientos que han derivado en este estado de pseudo equilibrio en el que me encuentro. Hay que joderse, por un libro olvidado, la que ha liado...

- Rescata la Historia. Vuelve a ella. Refresca la memoria histórica. Pero no la zapateril: interesada, maniquea, paleta, falsa. Busca por tu cuenta. Indaga. Compara, y si encuentras algo mejor, asúmelo. El autoconvencimiento y la práctica autodidacta lava más blanco, haz la prueba. Siempre ganarás alguna pregunta más en el Trivial, por lo menos. No se pierde nada.

Como recomendación final, por supuesto, el consejillo desinteresado de que no sigas recomendaciones, ni siquiera esta. A cierta edad ya uno sabe lo que tiene que comer, beber, leer, aprender y desaprender. Como no hay regla que no tenga excepciones, a mi me ha recomendado mi mujer que me sumerja en la comedia bufa y abigarrada de "La conjura de los necios" y se ha desencadenado el fenómeno: reacio en la muleta, al principio; desmotivado y manso en el entreacto, acunándome en tablas, para acabar arremetiendo con gusto al engaño, que no era tal, y descubriendo en el horizonte limpio que enseña la punta de la muleta una lectura de la que sacaré provecho con cierta perspectiva temporal, dejándola al sereno, como un buen gato en adobo; carne tierna que debe coger apresto. Letras en barbecho.

Sic Transit. Buen provecho. Mejor digestión. Paso por alto el hecho de que hay gente que no lee. En fin. En la ignorancia también está la felicidad, y en la religión, pero no son terrenos que me guste visitar. Sólo pensar en los dolores de cabeza de Sampedro, Goytisolo, Escohotado y tantos otros, y me dan ganas de hacer el leño con mi escasa biblioteca...

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