Cero-comentando
Este barco, aunque navega razonablemente bien, se dirije a un destino que desconozco. Lo único que hice fue alimentarlo con ilusión y darle una mano de pintura.
Tuve una vez un jefe que decía que todos los trabajadores deberíamos implicarnos en el barco "cuyo timón el manejaba";la gente en la reunión se miraba, se rascaba la oreja, bosquejaba una sonrisa y pensaba para sus adentros que con tamaño capitán, la nave estaba dispuesta a dar vueltas en círculo, cuando no a encallar en alguna triste peña de esta nuestra Administración.
La situación se puede trasladar al ámbito instrospectivo e introvertido de los "blogs". Hay gente que escribe para que los lean. Otros para alcanzar quizá, algun día, cierta fama periodística o literaria. Los menos se afanan en el "negro sobre blanco" como el que se toma una pastilla para la tensión, como terapia diaria. Yo pertenezco a esta última. Y también a las otras. Y cuando veo un cero comentario en el casillero, no puedo evitar que alguna célula de mi cuerpo haga algún puchero porque nadie responde. Luego la razón saca el moquero y consuela las decepciones con la idea de que, por lo menos te leen.
Desde ese momento la moral se crece, el espíritu se expande, los hilillos de humo del egocentrismo ( o de la genialidad) ocupan toda la habitación, y el recuerdo de los resquemores se difumina, la soledad se torna fiel compañera, se Sabiniza, y la habitación cerrada del "blog" se convierte en refugio de montaña, donde la leña crepita y el caldo caliente se prepara en el puchero. Hogar, dulce hogar, donde poder folgar, y donde poder contarle a la silla vacía de enfrente, todo lo que nos inquieta, o lo que nos calma. Cuando pasa un rato, retiro la silla de la lumbre porque se me retuesta, y sigo contándole mis batallas.
Refugio abierto para pocos. Secreto cerrado para muchos. Lo que más me gusta de estos mundos cibernéticos es que en ellos reina la dosis que yo quiera de silencio.
Tuve una vez un jefe que decía que todos los trabajadores deberíamos implicarnos en el barco "cuyo timón el manejaba";la gente en la reunión se miraba, se rascaba la oreja, bosquejaba una sonrisa y pensaba para sus adentros que con tamaño capitán, la nave estaba dispuesta a dar vueltas en círculo, cuando no a encallar en alguna triste peña de esta nuestra Administración.
La situación se puede trasladar al ámbito instrospectivo e introvertido de los "blogs". Hay gente que escribe para que los lean. Otros para alcanzar quizá, algun día, cierta fama periodística o literaria. Los menos se afanan en el "negro sobre blanco" como el que se toma una pastilla para la tensión, como terapia diaria. Yo pertenezco a esta última. Y también a las otras. Y cuando veo un cero comentario en el casillero, no puedo evitar que alguna célula de mi cuerpo haga algún puchero porque nadie responde. Luego la razón saca el moquero y consuela las decepciones con la idea de que, por lo menos te leen.
Desde ese momento la moral se crece, el espíritu se expande, los hilillos de humo del egocentrismo ( o de la genialidad) ocupan toda la habitación, y el recuerdo de los resquemores se difumina, la soledad se torna fiel compañera, se Sabiniza, y la habitación cerrada del "blog" se convierte en refugio de montaña, donde la leña crepita y el caldo caliente se prepara en el puchero. Hogar, dulce hogar, donde poder folgar, y donde poder contarle a la silla vacía de enfrente, todo lo que nos inquieta, o lo que nos calma. Cuando pasa un rato, retiro la silla de la lumbre porque se me retuesta, y sigo contándole mis batallas.
Refugio abierto para pocos. Secreto cerrado para muchos. Lo que más me gusta de estos mundos cibernéticos es que en ellos reina la dosis que yo quiera de silencio.
Comentarios
Muchos blogs leo sin pararme.
Imagino que a mucha gente le pasará lo mismo.
Saludos
Salvochea, gracias por pararte un ratito para aliviar esta cerocomentanditis.