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De lunes. Enero. Eran m谩s o menos las seis y cuarto. Cuando Susana sali贸 del portal iba pensando en sus cosas, y cabreada sin motivo, como todas las ma帽anas en las que se inaugura una semana nueva. Le gust贸, quiz谩, el impacto de la brisa fr铆a, bastante h煤meda y revitalizadora de la borrasca pasajera y femenina, que te prepara de una manera estupenda para afrontar lo que te echen en el trabajo, y se va dosificando a lo largo de toda la jornada, aunque luego el baj贸n te viene de golpe, como con las drogas.
Con paso alegre y casi marcial recorr铆a el carril bici con destino a la clausurada puerta del metro de Jarama. Sent铆a, como siempre, un sentimiento latente de culpabilidad porque sab铆a que si alg煤n ciclista pasaba a su lado se cabrear铆a con raz贸n. Aunque a esas horas, era dif铆cil que alguien tuviera una afici贸n desmedida al "biciclismo". La luna era una u帽a perfecta por encima del Paseo de los Chopos. Parec铆a que hubiera ido a que la perfilara Gladys, la esteticien con m谩s oficio del barrio, que forma colas inoportunas en el centro comercial. "Por cierto, tengo que pedir cita" pens贸, mientras que pasaba enfrente del portal de la Casa de la Pradera, donde la se帽ora de la limpieza siempre le deja una alfombra de espuma debajo de los zapatos.
Seg煤n iba avanzando, tuvo que afinar la vista para darle detalle a la sospecha de que un gent铆o impropio se arremolinaba a la altura del del Heladium. Las piernas aceleraron su paso con vida propia, y ya no pudo apartar la vista de aquel grupo de hombres y mujeres que miraban hacia abajo, exhalando un vaho que le daba a la situaci贸n, cierto aire londinense, y por supuesto de misterio.
El c铆rculo de gente barruntaba un cuerpo tendido en el suelo. La despreocupaci贸n de la vaca suiza contrastaba con los nervios de Susana ante un acontecimiento inquietante. Haci茅ndose un hueco entre los madrugadores que esperaban el autob煤s, pudo observar el cuerpo inerte de un joven, tumbado boca arriba, con el torso desnudo y un s铆mbolo blanco pintado en el pecho. "Es la flor de lis" coment贸 alguien con conocimientos en historia, que se encontraba agachado al lado del cad谩ver y se santigu贸 como quit谩ndose una maldici贸n de encima.
De lunes. Enero. El autob煤s que se fue casi sin gente. Muchos llegar谩n tarde al trabajo, incluida esa mujer que no es persona hasta que se toma el primer caf茅 de m谩quina. Lo que ella no sabe es que el misterio de Somorrostro la tocar谩 de cerca, aunque ella ni siquiera se haya atrevido a acercarse a ese muchacho que reposa, como dormido, en una calle cualquiera ( o quiz谩 no), de San Fernando de Henares

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