Propósitos y despropósitos


Una nueva evaluación llega en septiembre, la de nuestra personalidad. Los kioskos se engalanan con cartones, como si fueran vagabundos que intentan tapar cualquier resquicio para evitar que se cuelen los primeros fríos del otoño. Los paisanos nos acercamos, curiosos, a ver qué nueva gilipollez ha sido parida por las sesudas reuniones de psicólogos, a sueldo de las editoriales de siempre: Rba, Altaya, Planeta, etc..

Yo he caído, por supuesto, en alguno de estos "reteles" para cangrejos viandantes, y al final compré el reloj de bolsillo con caducidad de dos días, o la colección de novelas de pastas imponentes que esconden un catálogo insulso de diferentes texturas de papel higiénico. Pero al final he aprendido la lección. ¿Cuando la aprenderán todos aquellos que siguen asomándose al balcón de la publicidad? ¿Qué son los propósitos nuevos para septiembre? ¿Y los de año nuevo? A primera vista es carnaza para los telediarios, esos nuevos programas de telebasura cuya única verdad y provecho es que son tele porque se emiten por la misma, y diarios porque los tenemos que aguantar todos los días.

Yo lo he visto como noticia de apertura, lo juro. No habrá acontecimiento más importante, ni agenda más interesante que la de el estrés postvacacional o lo que vamos a comprarnos los españoles para no caer en que no valemos para nada, que tenemos que buscarnos ocupaciones para rellenar nuestra agobiante pero, a fin de cuentas, vacía existencia.

Lo peor de todo es que todo esto, es que, si no nos agarramos los machos ( y las hembras, no te digo) a tiempo, nos arrastra el río de la idiotez generalizada, e imbuídos por el mal rollito de creer que hemos perdido el tiempo, nos acordamos de que para algo valemos, de que no se nos daban mal los idiomas, de que siempre hemos dejado pendiente la lectura de este o aquel libro, de que no estaría mal adornar más, el ya de por sí abigarrado y caótico mueblecito del salón, y venga, a comprar.

Y sólo hacen falta dos minutos de reflexión interna para darnos cuenta, tirar de las riendas, parar máquinas, y rectificar; guardar el billete en la cartera, y rendirle pleitesía a la resobada crisis. Todos esos apechusques, cursitos baratos y floripondios SOBRAN. Basta con una zambullida por nuestro rico mundo interior, para descubrir todas esas cosas que guardamos en el trastero de nuestro cuerpo y de nuestra mente. Saca la criba y separa el grano de lo que vale de la paja de lo que puedes prescindir. Yo, con una hoja de papel y un lápiz, hoy ya he alejado de mí, el cáliz de hojalata oxidada de las vacuidades. Seguro que tú también tienes cosas más importantes que hacer; empecemos por el primer descarte: vete quitando de los telediarios. Son minutos de oro para hacer cualquier otra cosa, o simplemente, para no hacer nada, que muchas veces es lo mejor que se puede hacer.

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