¿Navidad o normalidad?

Han comprado la navidad. Se nos ofrece un producto, una cadencia cíclica, una inercia. Se habla del espíritu de la navidad y de eso sólo queda un pequeño soplo esencial. Hay que buscar en sitios recónditos, en lugares olvidados, en las hebras huérfanas del azafrán más cotizado.
En una sociedad henchida de material, donde sólo se aprecia lo que se toca, todo es paja con etiqueta de fiesta, sólo un nombre vulgar, un concepto equivocado. Existe el preciado grano, buscando la semilla en un silo atestado de virutas falsas; y merece la pena perder todo el tiempo del mundo en encontrarlo, en volver a vivirlo. Aquella sensación de niño que nos traslada al universo de la fantasía.
Mira bien. Cuando el rumor de la muchedumbre es susurro. Cuando apenas luce una tenue luz olvidada, siempre que un escalofrío te avise de que te ha atravesado una energía amable. Ahí anida lo que, en épocas pasadas, brillaba en estas fechas. Aquellas noches donde las gentes cantaban alrededor de la hoguera, cuando la música no era ruido sino el terciopelo místico del tañir de campanas.
Mira bien, porque alejado de la vorágine, ausente e intacto, todavía te queda un pedazo de navidad que no ha sido manchado por el devenir de los tiempos. Un fulgor que lucha por ser liberado de la prisión de la vulgaridad.

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