EL MISTERIO DE SOMORROSTRO IV

 EL MISTERIO DE SOMORROSTRO IV



Jorge y Nacho quedaron a desayunar en el Luna, ese martes por la mañana. La calle Miralsol es un afluente de Coslada que se recuesta en San Fernando por la avenida de Vicálvaro. Todo muy cosmopolita.
-Paga tú, que te hacen descuento- dijo el ordenanza cuando acabaron la tostada.
-¿Y a ti no? Aquí no distinguen a los laborales de los funcionarios, y hacen bien- Jorge Vélez no escurría el bulto, pero le dejó claro que la oferta era para los que trabajaban en la comisaría, sin distinguir de régimen jurídico.
- Lo que te dije Jorge. Ese chico no estaba metido en asuntos raros. Trabajaba para un periódico y estaba investigando algo del barrio de Parque Henares. Ya sabes que los rumores corren como la pólvora, y a mi me da que se lo cargaron por husmear en asuntos donde el lado oscuro no tolera.
- No lo descarto. Pero ahora mismo las pruebas se están estudiando, y el piso donde vivía el chaval ha sido inventariado. Cuando sepa algo del contenido del portátil vamos a tener el caso bastante encarrilado -dijo con una expresión esperanzadora. Al inspector de policía lo que no le cuadraba era la parafernalia post mortem, el ritual de la posición del cadáver y el tétrico graffiti.
- El chico es de San Fernando, y andaba detrás de aclarar algo sobre aquella zona. Yo no te he dicho nada, pero Julián, el de Noticia Sanfernandina estuvo por aquí ayer por la tarde, y habló con el comisario. Esto seguro que luego te llamará para comentártelo. Hoy se ha ido a una entrega de condecoraciones a Arroyomolinos -El ordenanza controlaba todos los movimientos de la plana mayor y de la tropa. Conocía de las investigaciones y de las vidas privadas, era un auténtico sensor humano. Algunas de las colecciones de novelas que vendía en Colombia, se basaban en casos que había entresacado de su "oído caliente" en la comisaría.
- Ha aparecido una dirección, de un piso particular. La tenía en un papel doblado, en el bolsillo pequeño del pantalón vaquero -Jorge Vélez deslizaba, a veces, alguna "semilla" para que germinara en la cabeza de Nacho, seguro de que criaría raíces en su pizarra mental, criminalística.
- Puede que tenga importancia... puede que no, pero ahora que lo dices, si la dirección es de por allí, habrá que atar cabos ¿no?
- Es de allí, es de Parque Henares, si -comentó el inspector, como desgranando por capítulos la información.
- ¡Haberlo dicho antes, joer! Al final vas a pagar tú, por "joío" y por "reservao". Además, llevo pincho y es más caro. ¡Cristina, qué se debe, que paga Colombo!
- ¿Quién es ese? -dijo la camarera, mientras recogía vasos y platos de una mesa.
- Nada tranquila. Eres muy joven para saberlo -Y con las mismas, se bajó del taburete para dirigirse a la puerta.
Jorge Vélez pagó la cuenta, con una sonrisa de resignación y suficiencia en la boca. Sabía que podía confiar en Nacho. Podía deslizar ciertas "perlas" porque podía serle útil, según avanzaba el caso.
El camión de la basura pasó por la calle de arriba, como sus estridencias y achaques mañaneros.
- ¿Te imaginas que, en vez de en la Plaza de Guernica, bien colocadito y adornado, hubiera aparecido el cadáver en el interior de un camión de la basura? -dijo Nacho Melero.
- El que mato, supuestamente, al chaval, quiso ser "peliculero" por algo, no quería ocultarlo. Las malditas series, lo están pervirtiendo todo.
Cuando entraron a la comisaria, cada uno se acomodó en su sitio. El vendedor de novelas y conserje, en su mostrador ajado y grisáceo. El policía autodidacta, en la primera planta, donde tenía un despacho con más líneas y brechas que el metro de Madrid, después de las ampliaciones y de los despropósitos.


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