La cajera del "Brillante"


Vamos adaptándonos a la vuelta. Es bastante temprano y la mañana te recibe con un guantazo de hielo. Busco un bar donde tomar un café porque donde Juanito no hay quien pare, hay niebla de fumadores. Bajo la calle resoplando y descartando barras: en esta no me gustan los camareros, en aquella son muy guarros. Llego a la altura del Brillante y me quedo parado. ¿Entro o no entro? Siempre me ha parecido un sitio casposo, no sé, es una sensación visceral.

Entro por fin. Me atiende un señor de mediana edad, con cara de sindicalista resabiado. Pido un café con leche y un mini de calamares. Mi pedido es vociferado hasta el otro lado de la barra donde un cocinero duerme su pereza con los ojos abiertos. Y de pronto reparo en su presencia. La cajera de siempre. La que ví hace años y ya me sorprendió. Una mujer a una barra pegada, absorbida, formando parte del mobiliario. La estatua con la mirada más inexpresiva de la ronda de Atocha. Me quedo mirando con la porcelana al borde de los labios, y me doy cuenta de que esa mujer ha asumido su entorno con pasión cero, esta "institucionalizada", como los presos que llevan muchos años en la cárcel y ya no echan de menos la libertad - lo dijo Morgan Freeman en "Cadena Perpetua", no yo-. Tiene el espacio suficiente para mover la cintura y mover los brazos para manejar la caja registradora, y poco más. Imagino que a lo largo de la mañana, descansará un par de veces trasladando su mirada gris al servicio para seguir mirando con color grisáceo las baldosas del suelo. Es rubia, y yo me la imagino soltera y viviendo con su madre. Posiblemente no sea así, pero eso es lo que me viene a la mente cuando la veo ahí metida, entre el acero inoxidable. Si. Imagino que cuando llega a casa por la noche, con las piernas moradas de cansancio se sienta en el sillón de su casa y se come una tortilla francesa. La televisión es de blanco y negro así es que la mirada gris no desentona. La cajera del Brillante tiene suerte porque si la he visto tantos años es porque la hicieron fija en su momento y no teme al paro. Eso está bien. Unos metros fuera del bar, los chicanos y los negros esperan congelados que alguien les contrate por un día, y ella está calentita aquí, como lo estoy yo.Es una veta de color en este retrato un tanto gris que estoy haciendo. Pero es que me ha mirado, y por un momento, he cruzado mi mirada gris de funcionario y ya ha sido el acabose.

Pago mi cuenta y me marcho. Voy creando su mundo mientras camino. A dos grados bajo cero o le das vueltas a la cabeza o se te quedan las ideas congeladas y grises en el cerebro.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Eres Géminis y Jabalí, como yo, te gusta escribir y lo haces muy bien, no te desanimes,porque a la gente le cueste dejar comentarios, adelante, el mundo es nuestro. Besos.
Rocigalgo ha dicho que…
Gracias Marta por hacer el esfuerzo de leerme y de registrarte para responder (que no es poco). Espero que te sigan gustando las cosas que se me van ocurriendo.

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