Receta de "Gacetillas Realsitienses" contra el aburrimiento navideño
El nacimiento de un libro siempre es un acontecimiento digno de celebrar. Si la obra en cuestión la presenta el escritor más importante que ha tenido una ciudad, yo diría, sin ánimo de parecer exagerado, que debería ser de "interés público general".
Se cumple exactamente un mes desde la presentación en el centro Marcelino Camacho, del segundo tomo de las "Gacetillas Realsitienses" https://www.amazon.es/Gacetillas-realsitienses-Rafael-G%C3%B3mez-Herrera/dp/B0CHW9J3JQ y creo que según avanza el tiempo y el interés por lo cultural, se hace indispensable recordar que nunca es tarde para comenzar o retomar la noble virtud de la lectura, más si cabe en tiempos de inmediatez, consumo instantáneo de información y falta de comprensión lectora y calma analizadora en la mayoría de la población.
Guardar diez minutos de nuestra existencia cada día; reservar un espacio para nosotros mismos y para el libro que tenemos enfrente nos ayudará a poner freno y adquirir perspectiva de lo que sucede en ese pequeño mundo metido entre páginas. Es más: aunque no nos centremos en el contenido, servirá para centrarnos en nuestra realidad, en el yo, de piel hacia adentro, y quizá, repentinamente, igual que viene una inspiración literaria, acuda a nosotros la certeza de que tenemos que cambiar algo.
Las Gacetillas Realsitienses ayudan mucho a esta posibilidad de "enganche" con lo intelectual. Adquirimos información por pura curiosidad, la de preguntarnos qué ha pasado en nuestro pueblo y quienes lo protagonizaron. No solo se cumplirá el dicho de que "nunca te acostarás sin haber aprendido algo". También entrenaremos el músculo de la comprensión, de la imaginación y de la serenidad. Leyendo seremos más cultos, pero también más buenos, y más "bellos" por dentro y por fuera.
Rafael Luis Gómez Herrera ha realizado, y sigue luchando contra viento y marea, contra la incomodidad de la pérdida y la incomprensión de los seres inútiles (cada vez son más, más cínicos e indolentes) y a favor de la identidad de un pueblo, pero sin buscar enfrentamiento ni fomentar absurdos aldeanismos. La investigación, la puesta en orden, la literatura y el tejido final nos la presenta en un formato fácil y ameno. No perdamos la oportunidad de conocerle y profundizar en su obra.
Con el fin de animar a la lectura de las Gacetillas, os dejo el prólogo que tan generosamente me ofreció escribir, y por eso le estoy muy agradecido; estoy convencido de que se hablará de estos libros y de este vecino y escritor, con letras de oro, en el futuro de San Fernando de Henares.
"Un prólogo me sugiere
Rafael, y en mi vida me he visto en tal aprieto. Ante mí una ventana, todo un
reto, del que tengo galeradas… y un papel.
Este humilde homenaje al
famoso soneto de Lope de Vega fue lo que se me vino a la cabeza cuando me puse
enfrente del escritorio con las dos obras, una ya añal y la otra aún en pañal,
con el fin de contribuir al interés por la lectura del segundo tomo de las
imprescindibles Gacetillas Realsitienses de Rafael Luis Martínez Herrera, escritor,
investigador, compañero de tertulia literaria y amigo del que presumo por
doquier, pues en él percibo lo que Proust comentó sobre lo que une a las
personas más que la identidad de pensamiento: “consanguinidad de espíritu”.
Y es que, para ser justos
con su esfuerzo y dedicación desde hace años, más allá de sus relatos de
juventud o de los meses inolvidables, de sus memorias de la Plaza del Santo, de
su personificación de los seres inútiles, y de otras obras de cuyo nombre no
puedo acordarme, está el cronista de la villa, el captador de sensaciones en
las calles, el hijo de la tierra y el barrio que se compone y recompone con las
piezas olvidadas de la historia y que él, como imán personificado de todo lo
sanfernandino, atrae y pule hacia las letras como nadie lo ha hecho hasta
ahora. Como dijo Machado “bueno es recordar, las palabras viejas, que han de
volver a sonar” y para hacerlo realidad, ya sea en forma de novela historiada,
como de “píldoras investigadoras”, como en el libro que nos ocupa, Rafael nos
ofrece una serie de historias caducadas, curiosidades locales y pequeños
estudios, como bien nos dijo en la primera edición, y nos sigue avanzando en
esta segunda, investigados y escritos
como “el Curioso Realsitiense” personificación del seudónimo al que me imagino
embozado en una capa y recorriendo los rincones de San Fernando al atardecer,
cuando el sol dibuja su estela rojiza por el cerro, y su figura lo observa
desde la distancia, como un superhéroe de la pluma al que el vecindario siempre
le agradece su lucha diaria contra el aburrimiento y la ignorancia.
Esta labor didáctica y
pasional la ha practicado también el prologuista del primer tomo de las
Gacetillas, mi querido amigo Juan Pedro Recio, historiador local y alma viva
del pueblo sanfernandino, al que ahora ocupa el oficio de trotamundos y guía
iniciático por tierras inhóspitas o cercanas, experimentando lo que Herman
Hesse describió como fase avanzada de los escritores, aquella que busca en la
sangre y las experiencias lo que antaño encontró en los libros y sus aventuras.
No es casual, sino de “consanguinidad” también, que viviera gran parte de su
vida entre paños y tintes, extendiendo el espíritu de aquella fábrica fundada
en 1746 y que ha supuesto el corazón y la razón de este sitio tan real como
imaginario y esotérico.
No debe ser el azar
tampoco, el que haya llevado al autor del libro a pensar en mí, aunque no me
caracterice por la investigación histórica ni por el género novelístico.
Escribiré y firmaré este prólogo más que como escritor, como lector apasionado
por los escritos imaginativos y originales. Valoro extraordinariamente la
apertura de caminos y tendencias en literatura, y considero fundamental
consolidar la obra de los autores que hacen brotar y canalizan ese valor
añadido para las sociedades que se llama acervo cultural. Hasta la aparición
del primer tomo de las Gacetillas Realsitienses, todo ese nutrido y variado
arsenal bibliográfico y documental sobre San Fernando de Henares no hubiera
empezado a abrirse camino, como las crecidas del río Jarama, arrastrando con la
fuerza del rigor y de la imaginación los bordes del cauce de la historia, ensanchando
la personalidad y la referencia literaria para una población con innegables
oropeles pasados e inevitables nimiedades actuales. ¿Dónde hubieran quedado
aquellos puentes, episodios, parajes, puertas, portalones, vecinos,
despoblados, personajes, yacimientos, cruces y despoblados? ¿Dónde si no, nos deleitaríamos
ahora con los novísimos apuntes sobre barcas, filantropías, ermitas, ventas,
sotos, viveros, duelistas, bodas, hijos adoptivos, pinturas o pregones? Lo
tenemos aquí, concentrado, ordenado, mistificado, entretallado, pulido, en otro
ciento de historias y curiosidades en las cuales merece la pena “encontrar” que
no perder, unas cuantas horas de nuestras vidas.
Personalmente, al no ser
investigador, ni nacido en San Fernando, ni escritor tan prolífico y fértil
como el caballero Gómez Herrera, me sentí como aventurero perdido en el
desierto ante el cual irrumpe un oasis imprevisto, extenso y de una profundidad
razonable. Después de saciar mi sed con el primer tomo, sin poder evitar la
avidez de tan perentoria necesidad, me he zambullido en este lago de paisajes y
paisanajes, el del segundo tomo, el cual condensa, si cabe, con mayor destreza
que el primero, cada historia en la dosis adecuada para constituir una
gacetilla, un pellizco en el hambre de conocimiento de los sanfernandinos, y un
acicate para que, si al lector le apetece, ahondar más en el detalle de cada
tema.
Por la segunda página voy
entrando, y parece que lo hice con el pie derecho, pues todo lo dicho y
expuesto hasta ahora, me devuelve a la idea primigenia de agradecimiento y
constatación de que la empresa acometida con las Gacetillas Realsitienses ha
constituido un privilegio y una oportunidad para las generaciones futuras. Recuerdo
haber leído que en el cementerio protestante de Capri se puede encontrar una
tumba adornada con un reloj de sol y una cita de Mazzini, escrita en inglés que
dice: “there is no death in this world, only forgetfulnes” (no existe la
muerte, sino sólo el olvido) pues bien, este segundo volumen de historias y
noticias, junto con el tomo primero de la misma obra, y en comunión temática e
investigadora con el otro pilar fundamental (doble también) de la literatura
sanfernandina: las Memorias de la Plaza del Santo, componen el corpus nuclear
de memoria histórica y documental, literariamente hablando, del pasado de esta
honrosa villa, que comenzó como Torrejoncillo y que debe caminar por la senda
marcada por Rafael, hacia un San Fernando nada diminutivo, con mayúsculas, una
ciudad de las letras y las artes, la cultura y la tradición, que apoyándose en
su patrimonio documental y artístico, alcance las más altas cotas de vanguardia
y creatividad. De hecho, en la gacetilla numero ciento cinco, podemos leer que
“todo llega en esta vida” y que es más que probable que se abra el Museo de la
Ciudad más pronto que tarde, y que los sanfernandinos podamos tener en el
número 16 de la Plaza de España, un edificio emblemático que, como un
dinosaurio fosilizado, ha permanecido en un enorme cristal de ámbar jurídico,
comercial y político, resinas todas ellas del tiempo y las circunstancias que han
conservado, por los pelos, el antiguo granero y casa de trabajadores de los
tiempos regios, allá por el siglo XVIII. El escritor está deseando visitarlo.
Yo también.
Como aquel hombre que
cantaba poesía, todos queremos que nuestro barrio sea el de la alegría, y si no
lo es, por lo menos tener la ocasión de mudarnos, cogiendo al vuelo el tranvía
de la vida que pasa pocas veces, y al que casi siempre todos llegamos tarde. No
siempre es porque vivamos en el número trece. De hecho, eso solo les pasa a
unos pocos. Rafael Luis Gómez Herrera ha puesto en funcionamiento un tranvía
extraordinario, alejado de la nostalgia, que con el carrusel mágico de las
Gacetillas Realsitienses, nos hace más ameno el trayecto. Ese viaje, en este
segundo tomo, nos permite saludar al cura irlandés Gerardo Plunket, o ver las
tierras “al otro lado del río”, donde se crían los toros de lidia. Al toque de
la campanilla, los viajeros pueden ver el Soto de Piul, donde no era fácil
construir puentes por las bravas, o pasar cerca del rodaje de la película “La
Mesonera de Tormes”, en la cual la Dolores de Calatayud se transfigura en otra
mujer por la magia del guion, para huir de los derechos de autor. Comentan
algunos viajeros que han visto al pintor Pérez Villaamil terminando su obra
“Merienda en el puente de Viveros” o a Oyarbide esbozar uno de sus famosos
paisajes sobre San Fernando de Henares.
Como podéis ver, o más
bien leer, hay un abanico de sucesos, estancias, rincones, rumores, certezas,
mapas, autoridades, gentes del común y muchas fotografías. Rafael es un pintor
cuya paleta de colores es la cámara de fotos, y cuyos enfoques acaban en la
calleja misteriosa de la tarde ya moribunda transformándose en noche recién
nacida; da a luz a sus libros y a sus fotos con mucha facilidad, como aquellas
agricultoras o jornaleras que se curtieron bajo el sol de este valle, y salían
de su casa fuera de cuentas para trabajar en el campo, y al atardecer traían a
su retoño en las aguaderas de la mula, orgullosas aunque doloridas, por los
caminos polvorientos junto al Jarama. En eso le admiro profundamente porque su
prole aparte de extensa, resultan mozos apolíneos y doncellas venusianas.
Ya estoy en la tercera, y aun sospecho, que voy este prólogo acabando, y tengo la certeza de que no ha sido difícil explicar el entramado de gacetillas de esta segunda parte. Para el recuerdo y el buen gusto por los finales con sentido y empaque quedará, la número doscientos, el Pregón de las Fiestas Patronales del año 2023, resumen casi completo de lo que en lejanas ventanitas de una Rue del Percebe realsitiense se coció en su momento, de aquello que nos engrandeció como pueblo y como vecindario y aún perdura, de que fuimos un ejemplo de integración y convivencia, sobre la unión en torno a un proyecto ilusionante, al que contribuyeron con verdadero convencimiento el trono, el altar, el dinero y el trabajo, todos a una, aunque la cosa no fuera bien del todo. Lo verdaderamente importante es que ocurrió y en el recorrido de ese camino, en algún momento surgió la dicha. Y todo esto lo sabemos porque hay gente que lo contó, otros que lo escribieron y algunos que lo investigaron. Rafael Luis Gómez Herrera lo ha hecho todo, y encima le sobra tiempo para lo “suyo” con las banderas, que ya es la repanocha. A continuación se nos sirve, como un paraíso cerrado para muchos o un jardín abierto para todos, sanfernandinos y ciudadanos del mundo. Será historia, más tendrá sentido, recuerdo serán, más recuerdo enamorado".
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