Notas de ornitólogo sobre el profesor Sánchez, Adolfo Martínez y "erótica rural"

 Asisto, una vez más, al trino de un rui(señor) de las letras, al que conozco bien, y al que siempre saco matices distintos, porque canta en nombre de muchos y muy considerables motivos de la vida. Fernando Sánchez, Adolfo, Félix, nombres que me traen recuerdos de otras eróticas rurales, sobre mascarillas de sandía y conducción con la punta de una zapatilla de esparto, en una tarde de verano, (casi siempre verano en la memoria).

Pero ya fuera oropéndola, abubilla o "muino", yo siempre acudo presto, con el lápiz de campo, porque aparte de pájaro escritor, soy ornitólogo analista, y me gusta no solo gorjear, sino alabar o criticar los sonidos de la naturaleza, y en este caso, de uno que canta sobre lo que otro dejó, escrito en el viento con pico afilado y pluma experta.

Recuerdo aquella tarde literaria en Función Lenguaje, donde nos iniciaste en el mundo adolfiano y rubenesco, y donde presentaste "tu me has preguntado..." rodeado de amigos y conocidos, con un título que a mi me gusta, aparte de mi fascinación temporal por Rammstein, y todo lo que conlleva, porque creo que hace justicia al interior de la obra. Ese día hubo cierto aire de melancolía, pero también de surrealismo. Eso reconforta. La emisión de un video casero, hipercreativo y poético me reconcilió con tu mundo conquense y madrileño, al que yo era ajeno.

Ese tremendismo, querido Fernando, al que aludes, no solo está conectado con el hilo rural que conocemos en nuestra pequeña Cimmeria alcobeña, tierra de nadie en medio de todo, sino que se fortalece en la sincronía de culos y protuberancias celulíticas, ya sea de mujer de mayoral, o de moza de Navalpino, cuya extraordinaria belleza reside en la autenticidad de la jara, el puchero y la caja de botellines que se tuesta en la parte de detrás del bar de pueblo (urbanidad inexplorada, la de todas esas traseras, corrales y casas abandonadas). Son Dulcineas de nuestra juventud, que se han galvanizado en fluidos adolescentes y pensamientos impuramente maravillosos, que han corrido y discurren por el intramundo del pasado. Culos marcados por la enea de los asientos rurales, por los "tajos" como cilicios que redimen la feminidad rural, como Venus de Willendorf, y a las que Adolfo seguro que dedicaba precisas cavilaciones y loas.

Ese tremendismo que has adoptado, y en cierto modo adaptado, para enriquecer con tu críptica prosa, laberíntica y barroca, que te confiere aroma y bouquet, y a la que las aves ornitólogas como yo, califican como "feronoma literaria". Esos párrafos separados que dispones como setos gramaticales, insalvables, que marcan el camino y nos hacen serpentear entre lo técnico y lo lírico. Señalítica germánica ( Adolfo te fustigaría) de paréntesis, corchetes y aperos de artesano en costuras ortográficas. La necesidad de rendir homenaje cíclico al novelista de "Erótica rural" se antoja como una liturgia necesaria y purificadora. Lo buscas como el que alpinista que se pega su primera ducha después de escalar el Everest. Ese es un trino característico de tu repertorio.

Fernando, tú señalas a la luna de Adolfo, pero los demás nos quedamos mirando la hipnótica danza de tu dedo y sus malabares armónicos, y a veces sincopados, y no puedo más que tomar notas para escribir estas palabras. Pájaro y ornitólogo. Político y politólogo. Escritor y analista. Esa es mi condena, mi destino, ser hombre y eterna duda. A veces me siento el escribiente que viaja con Jesse James, Wyatt Earp o Billy el Niño, pájaros de cuenta también, y reflejan sus hazañas y tremendismos, y luego por la noche, cuando nadie le ve, desenfunda torpemente su pistolita enfrente al espejo de su cuarto alquilado.

Tu forma de hablar de él demuestra que, en algún momento, caíste en la marmita de Adolfo y ya no te hace falta ni leer ni escribir para ser literatura. Todo lo que tocas se convierte en letra digna, ya sea el impreso de solicitud de natación para tu hijo, o la hoja de reclamaciones del Carrefour del Mirador conquense. El tal Félix, que apunta maneras de maestro en ciernes, tu tendencia a aborrecer los textos ( desaparecerá. Umbral señalaba la fascinación de los escritores por sus propias heces. Fascinación fugaz, claro está), nos lleva al fin del canto del tordo que todo lo fue, y que envejece muy bien.

... el pájaro ha volado, yo guardo mi libreta y cierro la mochila. La noche rural de verano es igual en todas partes, siempre que la mires con ojos de adolescente, en el cuerpo de un cincuentón con inquietudes y letras que impactan como perdigonazos en las señales de tráfico.

https://elurbano.org/2021/06/27/erotica-rural-adolfo-despues-de-la-muerte-o-la-vida-a-traves-de-dativo-donate-fernando-sanchez/


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