Carabela portuguesa


Que bello nombre el tuyo, medusa engalanada y señorona. Qué fatal destino te aguarda. A los turistas les da por meterse en el mar, tu casa, y encima eres tú, carabela de largos abrazos, la que molestas. Inhibe tus instintos, búscate nuevos mares, nuevos mundos, quizá en otro planeta, pues en este, casi, no tienes sitio.

Eres malvada, perversa, pérfida. Eres un pavo real de las aguas con aguijón traicionero. No tienes derecho a danzar por tu Mediterráneo, ni por tu Atlántico, como lo has hecho siempre. Tu falta de cerebro racional hace que no te des cuenta de lo que molestas a los bañistas. Jodes las vacaciones a los habituales de los chiringuitos con el roce de tu piel, de gasa transparente y traidora.

Los ecologistas se quedan en la orilla de la playa. Ahí es donde se queda el límite de su muy entrenada demagogia. Miran las barcas llenas de vuestros cuerpos muertos y sólo ven, algo parecido a bolsas de plástico. Basura. Los antitaurinos ( y en este caso antimedusinos) no comparten vuestro dolor pues a vosotras no os duele nada, no teneis nervios. No teneis derecho a vivir en vuestras propias aguas. Vosotras no sois nadie, no sois nada, carabelas portuguesas, ni os mereceis tan bello nombre. Ahora os cogen a toneladas y vuestro cadáver viscoso y blando, como los relojes de Dalí ensucian hasta las bolsas de basura donde os pudrís, merecidamente, por supuesto.

No al maltrato animal. Ójala no fueran sólo dieciocho letras y tres espacios en una pancarta. Cada vez que veo un telediario este verano no salgo de mi asombro. La injusticia se mezcla con la estulticia en las ondas. ¿Cuando surgirá para vosotras un Dan Defensor? Descansen en paz.

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