La espera.

La incertidumbre crea sensaciones bulliciosas y estimulantes. Es una dosis involuntaria de adrenalina que huele a futuro, y como tal, hace que el punto de mira se nos rebele; nos hace la pascua para mantener el equilibrio, balanza vital.
Mi incertidumbre particular reside en el hecho de ser padre, casi nada; así como manejar una escopeta de feria para conseguir un premio que se sale de lo normal. Los nervios atenazan, y cuanto más lucho por mantener la concentración, la mirada fija, la mente avizorada, más me molestan los ruidillos de la feria que me rodea. En los cursillos te enseñan a respirar para que la diana no baile ante el pipiolo aspirante, para que el centro no baile al son de los golpes de pecho, pero bien se guarda el feriante porvenir, que no te quita ojo. Nada altera más que ver a tu hijo dentro y querer, a ráfagas intensas, tenerlo en tus brazos ya pasadas todas las tormentas y nubarrones, aunque todos te digan que al final no pasa de ser un chaparrón incómodo. Dentro y fuera, pero tan lento.
Pasan los días, pasan, al tran tran, como los Regulares, y yo me dejo llevar por la querencia del paso legionario.
Miguel, tómate tu tiempo. Sé que lo sabes medir y calculas los pasos. Aquí estamos con nuestra espera particular, que ralentiza cadencias, vidas y sentimientos.

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