Despedida de soltero II ( Historia del tapón de la gaseosa)


Acabábamos el anterior relato justo cuando empezábamos el jamón, y los pimientos del piquillo mirándose a la cara los unos a los otros, igual que hacíamos nosotros porque no nos creíamos semejante sainete. Primeras torpezas del actor y primeras risas. algunas de ellas donadas a regañadientes. El patán que hacía las veces de camarero era tan malo en su oficio ( el de actor) como en el que simulaba desempeñar, pero como a veces los extremos llegan a sumergirse en el absurdo, con el paso de los minutos nos iba cayendo hasta simpático, y empezó a convertirse en la mofa y befa de los asistentes al evento. Si a uno le hacía una gracia, le respondíamos con otra más humillante; si daba de comer a alguien, otro le correspondía intentando meterle una loncha por la nariz , ( al final ni se resistió, tanta fue la insistencia).

Y llegó el momento de los estriptis. Al torero le prepararon un zafarrancho de no te menees. Dos muchachas que le dejaron con la taleguilla al aire y una línea de rubor dibujada en los carrillos. Después le tocó padecer a una novia a la cual le trajeron un "boys" más parecido a un ratón de biblioteca que otra cosa. Hacía cabriolas, movimientos pseudoeróticos y daba saltos de aquí para allá. Parecía Don Quijote en el episodio donde Sancho creía verle endemoniado. Yo tamborileaba en la mesa con los dedos barruntándome lo que me esperaba.


Aquí es donde comenzó la historia que sirve de subtítulo a este episodio de comedia bufa y amistad reencontrada: las tribulaciones del Trompe con el camarero, posteriormente con el "jefe" de aquel restaurante de tenedores de plástico, y con algún que otro colega que lo quería arrimar otra vez a la mesa donde cenábamos. Sin más preámbulos: el caso del tapón de la gaseosa Berta.


Parece ser que, en una de las idas y venidas del cigala venido a menos que nos servía la comida, se le encargó que trajera más gaseosa para el vino broncas que nos pusieron. Ya conocíamos a Berta, nuestra gaseosa de confianza, que más que buena era agradecida, aunque ya empezaba a presentar batalla con las tripas a modo de retortijones y gases varios. Rubén se dió cuenta de que a Berta le habían cambiado la tapa. No correspondía a como la habíamos visto antes. Es como si ves a tu mujer con su melena rubia de toda la vida, normal, y a la vuelta de cinco minutos aparece más morena que la de Julio Romero de Torres. ¡Hay mosqueo! Bueno, pues el caso es que al Trompe le chirrió el asunto tanto como para ir a ponerle la cara colorada al dueño, sacando a relucir su esgrima verbal, porfía dialéctica. Y tenía razón. Porque hay que ser cutre para hacer garrafón con la gaseosa, porque con las cosas del comer y del beber no se juega, y porque siempre puede haber alguien que se sienta estafado y burlado por semejante burla a la inteligencia. Yo creo que se creen que la gente que va a cenar ya viene "bolinga" y no se va a enterar de nada. Pues miren ustedes por donde siempre hay un espíritu rebelde que ponga las cosas en su sitio, y los tapones enroscados donde deben estar.

Con las mismas burbujas y los mismos protagonistas, me tocó el turno de admirar el traje de Batman encerrado en las cinchas y los cueros del cuerpo de una joven atractiva, de unos treinta y pico, que de antemano me advirtió de los límites que ella imponía según las leyes de su convenio moral y colectivo. Manos atrevidas y lujuriosas me habrán precedido, pensé yo.

Sorteando las curvas de su cuerpo, a un centímetro de su piel, veía con el rabillo del ojo cómo mis amigos se reían, tomaban fotos, o intentaban coger un sitio mejor para ver sufrir a un terrible condenado.

Después de Batman vino el turno de la danza del vientre, aderezada de escamas brillantes y monedas pequeñas que sonaban cuando ella lanzaba un golpe de cadera. Rubia, cara de niña pícara, también impuso la ley del freno y marcha atrás para que esas prietas carnes no fueran mancilladas por cualquier manaza callosa. Aquí no valen excepciones. Las manos de oficinista no tienen bula aunque sean más agradables al contacto con la cuja o el pompis.

Del montículo del pecho le bajaba una serpiente tatuada cuya cola acababa allá por abajo, en la vaguada donde confluyen los anhelos de toda mujer y nacen todos los hombres. Conste que yo era consciente que esta finca no era la mía, pues me sentía extraño sin haber sobrepasado todavía la valla que separa el bien y el mal.

Otra vez en las mesas, todavía con las caras de admiración del que dice haber visto una sirena, el personal ya comenzaba a aliarse con el cariño y a echar la mano por encima del hombro. El vino ablanda el corazón de los hombres, y "Berta" hacía burbujear antiguos ratos de adolescencia , de cigarros a escondidas, de testosterona quemada, de tantas cosas...

Risas por la calle, jaleo. Un grupito por allí y otro por acullá. Paramos, no sé por qué, e insté al Trompe para que nos enseñara sus tatuajes. Como bien pensé, no hizo falta decírselo dos veces. Alzóse la camiseta y allí se iluminó la Capilla Sixtina del arte en tinta: Motivos florales, decoración oriental, dos arcos bordeando el lomo y en un lado, Alicia en el País de las Maravillas fumandose una argila de marihuana, con ojos de estar en la séptima constelación de Andrómeda. Todo un desafío para la imaginación en la espalda de un hombre sin igual.

Llegamos al sitio donde nos invitarían a una copa, y asistimos al espectáculo de inauguración (para nosotros) de la convención de despedidos madrileños sociedad anónima. Bien es verdad que los más enrollados eran la tropa y suboficiales de una despedida femenina, del cuartel de Cedillo del Condado, provincia de Toledo. Hablar por hablar, con la sana curiosidad de los noctámbulos que han perdido la práctica. Os confieso que no olisqueé el almizcle del sexo en ninguna de las conversaciones. Rara situación ésta, cuando pones enfrente de quince maromos otras cuantas mujeres en edad de merecer ( o sin ella). El único conato de concupiscencia lo representaban de vez en cuando mi hermano y el "bico": la pista de baile como una selva virgen, y dos cazadores apostados en el parapeto de la barra. De pronto, las gacelas se amontonan en un lugar bien visible, en un costado de la pista de baile. Calculan la estrategia, ponen la nariz al socaire del viento, venteando perfumes y aromas de tabaco. Finalmente presencio, desde un lado de los manglares (estaba hablando con Manolo) cómo los dos cazadores se acercan sigilosamente, cubata en mano y mirada fija en la presa y de pronto con un movimiento sincronizado desaparecen entre el follaje de gente, llevando al punto culminante el arte de la guerra del cortejo. Quizá fuera un ensayo, no sé. La cuestión es que resultó un intento fallido, pero claro está que en el ritual, tarameo o palpitar de los cañizares está la recompensa de la adrenalina.

En estas cosas se nos escapaban los minutos. Me acuerdo que el "bico" nos dijo a Adolfo, a Tomás y a mí que saliéramos a buscar su coche. Creía que lo había aparcado mal, asi es que había que poner una vela al Dios de la fortuna y otra al Diablo de la grúa municipal para saber lo que el destino nos tenia guardados. Pasamos una vez por el sitio, otra más, por la calle de abajo, por la de arriba, alguna transversal, y nada. El coche se había evaporado:

-¿Bico, estás seguro de que estaba aquí?-
- ¡Te lo juro tronco, estaba al lado de donde hemos estado, no me jodas!
- Bueno, venga, vamos a dar otra vuelta.-
(P.D. El coche no se movió de su sitio en toda la noche. Estaba justo a la salida del local donde quemábamos la ultima tanda de cartuchos de whisky. Neuronas encubatadas pierden la orientación espacio-temporal de una forma escandalosa ¿no?)

Y cuando la dimos, ya se había marchado mi hermano Fernan, exhausto e hinchado de fiesta, como todos. Gracias también a ti, hermano de mis entretelas. Alguna aguja del alba se escapaba ya por la parte de Rivas, de donde nace el sol, qué coño Japón. Se despidieron Manolo, el Rana y el Tano, que se lo pasaron "teta" compartiendo unas copas conmigo y con unos extraños que ya no lo son. Gracias amigos. Y se fue Javi que cruzó media España para estar allí. Gracias mil. Y nos quedamos todavía unos cuantos buscando algún garito abierto. Esteban, Adolfo, Tomás, Bico, yo. Descubrimos el mundo de la "canariología" y prácticas de sexador, venta y adiestramiento de pájaros de manos del niño de Leganés. Eran las tantas de la mañana y nos reíamos como nunca debajo de cualquier farola. Éstas, con algún mosquito de por medio, presenciaban cómo nuestros cuerpos pedían ya la clemencia de tumbarse en una cama, porque nos recostábamos en cualquier sitio. Hace rato ya que se fueron el Trompe y el Pilripi; éste último en dura pugna con el anterior, para no demorarse mucho pues al día siguiente esperaba la carretera. Gracias a los dos también por haber venido.
Llegamos a Moncloa. Tomás y el Bico todavía tenian ganas de no cerrar el ojo, y se fueron a Coslada no sin antes intentar convencerme de aquella última excursión. No lo consiguieron. Pudieron más riñones vapuleados que aguantar unas horas más. Javi y Adolfo ya podían notar el calorcito del metro cuando abrieron la puerta. Desaparecieron por ella y al fín me quedé sólo. Sólo igual que cuando venía hacia acá. Sólo vine y sólo me iré, como en la vida misma.

Ahora tomo un taxi para volver a casa, y pasan por mi mente los fotogramas de la fiesta, de toda la fiesta; incluso de los que no estuvieron en la fiesta. Fernando, Rodrigo, Darío, por supuesto. A este potaje le faltaron verduras. Pero todo se andará. Nos quedan muchos días por delante ( y el compromiso firme, casi contrato diría yo, de que se organizarán cenas periódicas a las cuales nadie podrá negar asistencia, salvo causa de fuerza mayor).

Se me cerraban los ojos, y el taxista que me llevaba a casa, por instantes, se quedaba encerrado entre dos párpados negros que lo aplastaban. En mi mente quedaba un brindis, risas, aventuras, y el dulce sabor del encuentro con los amigos y con mi hermano, que son la mitad de mi ser. Durmiendo en casa se encuentra la otra mitad, que me recibió en su regazo con un beso, aunque oliera como un demonio a alcohol y tabacazo.

Comentarios

tom ha dicho que…
no me canso de decirte la admiracion que levantas en mi...(solo la admiracion)eres mi primo pero eres mucho mas que eso... eres mi amigo, el amigo que todos querriamos tener, sabes que la vida nos pone trabas, pero creo que nosotros podremos saltarlas casi sin esfuerzo. un beso y un abrazo muy grande para ti y para susana que sin casi conocerla me atrevo a decir que debe ser como tu, BUENA GENTE. nos vemos en gandia melon.
Rocigalgo ha dicho que…
Qué puedo decir después de esto... Pues decirte que siempre he tenido en tí a alguien que me ha acompañado siempre, en los muchíiiiisimos momentos buenos y en algunos menos buenos. Y eso se lleva dentro y pertenece al armario más privado del alma ( ya sabes lo poético que soy, je).Siempre tendré al menos un amigo, fijo, y no hace falta que te diga quien. Esperamos daros un buen día. Creo que saldrá todo fenomenal. Un saludo Tomasito...

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