De traiciones y sensaciones.

Hombres somos, y también lo parecemos. Llevamos con dignidad las cicatrices del látigo de la vida. Afrontamos con resignación y redaños el, cada vez más difícil, levantarse por la mañana. Esquivamos con cintura de púgil ligero los sablazos del día a día. Nos abrimos paso, entornando los ojos, por la espesura del papeleo de la burocracia. Pasamos de puntillas por la ventanilla del "fisco", pagamos martín martín los impuestos que como un aguacero, nos caen encima y no nos da tiempo de esquivar....
Y justo en el costado débil, en la esquina oscura del alma, ijares desnudos de nuestra debilidad, recibimos el lanzazo certero de la traición. Hombres, y también mujeres, pueden sufrir "sirlazos" de este estilo, pero en este caso quiero romper una lanza por el "sexo débil", o sea, nosotros.

En el momento en el que clavan el estoque en el hoyo de agujas, no sentimos nada. Nos damos cuenta de la gravedad del asunto, pero no se asume. El subconsciente nos suministra una dosis pía de morfina que nos entumece el espíritu. Pero la espada no ha sido sacada por el autor de la traición. Se menea con nosotros a la par que andamos, y sigue hoyando y rajando la carne hasta que crea una brutal herida. Está haciendo un portal de nuestro lado más débil: los sentimientos.

Porque los sentimientos no se pueden quitar con una ducha. Porque los sentimientos no se pueden arrojar al contenedor de desamores reciclables. Porque hablamos de las entrañas del corazón, del sístole y diástole de nuestro ritmo vital; porque forma parte de nuestro ade ene.

Al giro de unas cuantas jornadas, la herida o se gangrena o se cura. Si se gangrena, se muere de amor, pero éste es un recurso torpe e inútil. No vale la pena morir por aquello que, a la postre, no fue. En todo caso, el supremo gesto de una honrosa muerte tiene que tener el pretexto de encontrarte con ese alma gemela en el ansiado paraíso. Al contrario, cuando la carne se resiste a morir y la herida, purulenta, jodida, pero viva, tiende a cerrarse, hay que estar preparado para afrontar nuestra particular travesía del desierto.

Porque aquí no valen medias tintas. Contra los puñales de la traición hay que presentar las espadas del desprecio, incluso del odio, que en este caso, no constituyen pecado, no son malos, porque llevan el salvoconducto de la justicia.

Pasaremos sed de venganza, y nos encontraremos con hontanares pulcros pero venenosos. Hay que huir de ellos. La arena nos quemará los pies, pero con el paso del tiempo ni los cristales nos harán mella. Veremos extrañas alucinaciones en el horizonte, pero no nos dejaremos llevar por los oscuros rincones del desvarío. Duna tras duna, nos ponemos a prueba, siendo Dios y hombre a la vez, para un buen día, poder ver con orgullo, la verde campiña de nuestro futuro.

"Talento malgastado". Es una frase sacada de una película que encierra uno de los peores desastres para la vida del hombre. Teniendo los utillajes, no hacer uso de ellos es un crimen casi peor que la traición sufrida y sobrevenida. Yo pude hacerlo. Quizá todavía no maneje bien el azada, pero brego diariamente con el arado, unas veces delante y otras dirigiendo mi propio destino.Tú en especial, no puede dejarte llevar por la corriente roja del desagüe de la desesperación y la melancolía. Me consta que no lo harás. Eso sólo está bien para hacer buenos poemas. Y nada más.

Comentarios

Entradas populares de este blog

CONCURSO VÁZQUEZ MONTALBÁN - Relato Exprés ( Abril 2023)

EL MISTERIO DE SOMORROSTRO VII

EL MISTERIO DE SOMORROSTRO IV