Olvido, dueño de la mala cabeza.
Por lo menos me acuerdo de lo que voy a hablar. El caso es que a mí se me olvidan las cosas. Las accesorias y las de "clase media". Espero que la enfermedad no vaya a más y algún día se me olvide cómo me llamo, o donde vivo, o a qué dedico el tiempo libre. Examen de conciencia, penitencia y propósito de enmienda son las tareas que tengo encomendadas. Pongo hoy mismo, una vela a Dios y otra al Diablo para que me guien por la senda del orden y de la disciplina. Debe ser cuestión del gusto por la improvisación, que me fascina. Debe ser. Luchar contra los defectos es tarea árdua. ¿Quién sabe los trastos que descansan por los rincones, recovecos y puntos muertos de mi memoria? ¡Qué extraña estancia! Puede haber de todo. Quizá en algún sueño extraño pueda yo regresar a ese zaquizamí en penumbra para rescatar lo que merezca la pena. ¿Me atreveré a cruzar el umbral de la puerta? La imaginación me lleva por un pasillo incierto que mi recuerdo, a duras penas, retiene en su conciencia. ...