LA COLUMNA

Fue a raíz de tener varios encuentros entre la vigilia y el sopor, cuando Borges se puso como tarea escribir un libro sobre sueños. Era el año 1976 y la psicodelia se desbordaba por el celuloide, los vinilos y las tertulias literarias. Estoy seguro de que el bueno de Jorge Luis no visito ningún antro para quedar prendado del THC o el LSD, abreviaturas que nos han abierto mundos nada breves, y de las que el sueño siempre ha vivido como un inquilino al que se le permite todo. El maestro argentino identificaba sombras y fantasmas en ese otro "mundo" alternativo a la realidad de los tomates insulsos y al aceite precioso. Yo mismo, desde hace dos semanas, vivo sin vivir en mi, porque una realidad paralela me ha conquistado como un COVID agresivo, que se pega como el Loctite a los dedos del incauto. Debió existir un momento y una hora en la que mi conciencia salió de la crisálida para traspasar el umbral del bar el Alcarreño y llegar a un restaurante del otro lado . Mi presencia fr...